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La vuelta al comunitarismo. Un sueño romántico en tiempos dificiles.



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La vida en sociedad ha implicado la interacción de los seres humanos. De ella se desprende la naturaleza misma de la humanidad del hombre: aquel ser humano que vive sólo en una isla no es un hombre, el animal político de Aristóteles.
Lo anterior que parece de perogrullo sin mebargo indica que esta interacción no vaya precedida de las famosas bondades que se le identifican a los grupos humanos, tales como la solidaridad, el respeto, el mutualismo, etc. No quiero decir que no estén presentes, sino que no encallan con el ser inherente de la sociedad. Las agrupaciones humanas de seguro nacieron como una necesidad propia de lso requerimientos de cada época: afrontar juntos a los embates de la naturaleza en un primer tiempo, como la marcada interdependencia y velocidad con que se mueve el mundo hoy hace que, entre los enamorados del progreso y hasta los fanáticos seguidores del ascetismo deban estar vinculados, de mayor o menor forma, a otro ser humano.
La promoción de la ayuda mutua y la solidaridad en los grupos humanos suelen ser hechos que trascienden en ellos, pero que no son la regla general. Ejemplos históricos encontramos en cada centuria que busquemos: desde las soñadas primeras comunidades que se crearon luego de la muerte de Jesús, las Comunas, etc.
En la actualidad los ejemplos son menores y, en caso de producirse, se generan en forma masiva precedidos con una importante participación del mercado: en ello nuestro país es pionero con sus teletones, María Ayuda, Chile Ayuda a Chile, entre otros varios. Hay otras agrupaciones constituidas de forma jurídica que, lejos de buscar verdaderas intenciones solidarias, persiguen objetivos por los cuales se paguen menos impuestos: se trata de la panacea de abogados y contadores.
Pero más que este tipo de supuesta solidaridad me refiero a la que se extraña románticamente en estos tiempos, que es la de creación de fuertes redes en el entorno cercano. La solidaridad se manifiesta de forma más clara ante situaciones adversas y respecto de grupos más o menos pequeños en que las posibilidades de acción y colaboración son inmediatas.
De ahí que la reconducción necesaria de este tipo de interacción social necesaria, sea la que, a opinión de quien escribe, es la que falta a la hora de enfrentar los problemas o de emprender nuevos horizontes en la vida. Ya sea en la forma en que construiremos nuestras mediaguas por el terremoto que destruyó vecindarios completos, como el debido consejo ante el negocio que se pone en la esquina del barrio. En la construcción de canaletas para los debidos resguardos contra la lluvia, como los aseos comunitarios en las calles y limpieza de hojas de alcantarillados. Me parece que este tipo de ayuda mutua es imprescindible a la hora de construir una sociedad mejor, particularmente en las instancias que vive nuestro país en la actualidad en las zonas afectadas por el terremoto del 27F.
Hemos considerado mucho la ayuda del Estado en esta materia, en donde es un hecho casi indiscutido de que el Estado está sumamente sobrepasado por la catástrofe. De ahí que también surjan otras interrogantes que avalan aun más las posiciones anteriores: ¿por qué debe ser el Estado y solamente el Estado quien promuevas las labores de emergencia y reconstrucción?, ¿por qué como personas naturales o grupos intermedios hemos esperado la ayuda del Estado sabiendo que dicha ayuda llegará pero de forma tardía?.
No puedo dejar de pensar en la desidia: hemos esperado a que el Estado haga toda la tarea. El Estado también ha sido el culpable de no hacer intervenir a los privados en estas materias. Nos olvidamos también que las calamidades no están ni ahí con la burocracia estatal y que el tiempo corría desde la fecha misma del terremoto. Hemos sido testigos en que la más profunda de las individualidades se ha visto privilegiada en vez de búsquedas y trabajos conjuntos de los afectados, los que se sentaron a esperar las ayudas del gobierno.
No se trata este artículo de un llamado de atención a nadi, sino que de crear la conciencia cierta de que muchos problemas locales podrían solucionarse, o serían mucho más llevaderos, recurriendo a formas básicas de convivencia e interacción social, particularmente con aquellos con quienes nos vemos todos los días.

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