Un día en el Festival de Cortometrajes de Talca salió Pía Barros hablando sobre un juez que, a su vez, era escritor, destacando la "sequedad" de su prosa. Por supuesto, no recuerdo el nombre de un juez-escritor (guac!), pero sí me quedó el concepto y, creo, me formé una idea sobre lo que eso significa.
De un tiempo a esta parte he sentido menosprecio por cualquier texto que se sirva de la emotividad, entendida en buen chileno como cebolleo, para provocar "emoción". Hablo, por ejemplo, de esas cartas que suelen repletar la red de padres a sus hijos que están que se mueren, o más patentemente la supuesta carta de despedida de García Márquez. No porque sean textos carente de emoción, sino que ella está a tal punto exacerbada que, con el tiempo, al siempre digerir la misma dosis, el efecto es cada vez menor,
Para mí la "sequedad" es un anhelo. Conseguir un relato en donde no se abuse de la adjetivación o del recurso sencillo para producti una emoción efímera y espúrea. Quisiera distenderme acá: la "sequedad" o "aridez" no se refiere a la "escasez" de palabras, ni al recurso de un lenguaje de formularios o de carácter técnico. Obviamente busco que el texto me emocione, pero espero que lo haga de forma delicada, o por lo menos que su sentido de trascendencia sea mayor que la que entrega las dos hermanas de ochenta años y que no se ven desde que tienen doce, cuando murieron sus padres, lo típico de la TV.
Siempre he considerado que la emoción real, la que queda de verdad, no deriva de ese tipo de narración. Recuerdo siempre aquel episodio narrado por la muerte de un niño en La Peste de Camus, en donde un niño agoniza y muere: hay miles de formas de contarlo, pero Camus escoge hacer una mera narración a través de los ojos de un observador. un lenguaje directo y sin florituras que llega de lleno.
El cine se encuentra plagado de ejemplos de esa sequedad: lo que ocurre fuera del campo suele ser tanto o más importante que lo que se "muestra" en realidad. La pintura y la fotografía de alguna forma lo logran con la eliminación del motivo a través de la abstracción de las formas, aunque es la música quien lo logra de mejor manera: ojalá algo explicara porqué es sublime el solo de Starway to Heaven o el 2° movimiendo del concierto "Emperador" de Beethoven.
Poder usar conscientemente esa "sequedad", debe ser una habilidad terrible: conseguir la emoción, queriendo lograrla, pero de la sola continuidad o cadencia del transcurso de las palabras, conseguir un ritmo narrativo plano y atractivo a la vez, que la descripción de las cosas y personas sea sencilla e iluminadora simultáneamente. Yo no puedo hacerlo, sin duda -al final este texto, de alguna forma, es malamente emotivo-, pero me alegra saber que hay otros, por quienes siento profunda admiración, que pueden lograr emoción real.
De un tiempo a esta parte he sentido menosprecio por cualquier texto que se sirva de la emotividad, entendida en buen chileno como cebolleo, para provocar "emoción". Hablo, por ejemplo, de esas cartas que suelen repletar la red de padres a sus hijos que están que se mueren, o más patentemente la supuesta carta de despedida de García Márquez. No porque sean textos carente de emoción, sino que ella está a tal punto exacerbada que, con el tiempo, al siempre digerir la misma dosis, el efecto es cada vez menor,
Para mí la "sequedad" es un anhelo. Conseguir un relato en donde no se abuse de la adjetivación o del recurso sencillo para producti una emoción efímera y espúrea. Quisiera distenderme acá: la "sequedad" o "aridez" no se refiere a la "escasez" de palabras, ni al recurso de un lenguaje de formularios o de carácter técnico. Obviamente busco que el texto me emocione, pero espero que lo haga de forma delicada, o por lo menos que su sentido de trascendencia sea mayor que la que entrega las dos hermanas de ochenta años y que no se ven desde que tienen doce, cuando murieron sus padres, lo típico de la TV.
Siempre he considerado que la emoción real, la que queda de verdad, no deriva de ese tipo de narración. Recuerdo siempre aquel episodio narrado por la muerte de un niño en La Peste de Camus, en donde un niño agoniza y muere: hay miles de formas de contarlo, pero Camus escoge hacer una mera narración a través de los ojos de un observador. un lenguaje directo y sin florituras que llega de lleno.
El cine se encuentra plagado de ejemplos de esa sequedad: lo que ocurre fuera del campo suele ser tanto o más importante que lo que se "muestra" en realidad. La pintura y la fotografía de alguna forma lo logran con la eliminación del motivo a través de la abstracción de las formas, aunque es la música quien lo logra de mejor manera: ojalá algo explicara porqué es sublime el solo de Starway to Heaven o el 2° movimiendo del concierto "Emperador" de Beethoven.
Poder usar conscientemente esa "sequedad", debe ser una habilidad terrible: conseguir la emoción, queriendo lograrla, pero de la sola continuidad o cadencia del transcurso de las palabras, conseguir un ritmo narrativo plano y atractivo a la vez, que la descripción de las cosas y personas sea sencilla e iluminadora simultáneamente. Yo no puedo hacerlo, sin duda -al final este texto, de alguna forma, es malamente emotivo-, pero me alegra saber que hay otros, por quienes siento profunda admiración, que pueden lograr emoción real.
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