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Autobiografía Fotográfica

Es tremendamente difícil hablar de uno mismo. En este blog hace mucho que no comparto un pensamiento o sentimiento propio, dedicándome casi por exclusiva a la "crítica" (ojo) de cine o comentarios políticos. Sin embargo, hoy me salgo un poco del libreto y, sin duda alguna, lo que sigue más adelante habla de una de mis pasiones.

Ni de niño ni de grande he sido bueno apareciendo en fotos: salvo las que se encuentran en lo que podría llamarse álbum familiar, una que otra foto social muy escasa y otras con mi polola, la cámara y mi rostro tienen una relación similar a la que tiene un león con una gacela. Por supuesto, la "máquina fotográfica" terminaba devorándome. No tengo un ápice de fotogenia: huí y huyo constantemente de ella y cada vez que me retrata se encarga de decepcionarme tremendamente (y no tengo dudas en que la cámara siente lo mismo :-P)

Creo que al despuntar la primavera en 2010, en un sentimiento extraño, me cuestioné el hecho de no tener fotos: no porque no tenga propias (cosa que de verdad NO tengo), pero sí de mis seres queridos. Comprendí que habían ocurrido muchas cosas de las que no tengo registro más que memográfico y sentí temor de olvidar: que se me vaya la cara de un ser querido en la vejez, de no recordar lugares y situaciones. Lamenté el hecho de tener años completos perdidos sin tener nada que mostrarle a mis hijos, o sin un ayudamemorias para volver a repasar momentos con mi polola en el futuro, sentados en el fuego de una noche invernal.

Claro está, compré una cámara. Era una Samsung ES75: mi polola me la fue a dejar al trabajo y disparé en el acto para probarla. Era una cámara muy básica y la compré sin informarme mucho sobre cámaras; lógicamente, al día de hoy habria comenzado con algo muy distinto, pero no sabía nada de nada. Sin embargo, mientras la tuve y no se me quedó chica, le tuve un aprecio gigante. Tomé fotos muy bonitas con ella y logré capturar buenos momentos. Para no entrar en la chimuchina barata y en cuestiones lateras, debo confesar que al día de hoy siento una satisfacción tremenda al tomar una foto, disfruto del proceso de tomarla y editarla e incluso me metí al mundo analógico (rollo). He logrado revelar mis propios negativos y también comencé a subir algunas de mis fotos a internet. Obviamente la calidad de ellas dista a mares de las que puede tomar un profesional y, en realidad, con mis limitaciones (económicas y prácticas) he logrado encantarme con un hobbie que nunca pensé me llenaría tanto.

Hasta el día de hoy la cámara y mi cara no se llevan muy bien, pero tratamos de mantener una tregua. Hicimos un trato: ella no me retrata y yo la uso mucho. En ese trato he comprendido el verdadero valor de la cámara como registro histórico: dudo mucho que mi cámara tome fotos como la de la bandera pal terremoto, o la "muerte de un miliciano" de Robert Capa, pero sí lograré tener un recuerdo a la posteridad de los míos, de mi entorno y mi ciudad....es decir, de mí.

Y por eso es que en cada foto que tome estoy yo, y construyo mi biografía. Quizás más adelante me anime y le muestre a mis miles de lectores (jajaja) mis trabajos.

PD: No quise poner fotos para no hacerme propaganda.

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