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¿Retórica Estudiantil o Tolerancia Cero?

Líneas dedicadas a la comentadísima edición de Tolerancia Cero, programa de noticias, actualidad y contingencia nacional (chilena), integrado -ese día- por los panelistas Fernando Villegas (sociólogo), Cristián Bofill (periodista) y Fernando Paulsen (periodista). Sus invitados fueron Camila Vallejos (estudiante? de historia, Presidenta de la CONFECH) y Giorgo Jackson (estudiante y dirigente CONFECH), caras visibles del movimiento estudiantil.
La haremos cortita, como se dice en jerga popular:
  • ¿Que si creo que los panelistas fueron particularmente pesados con los invitados? Sí y no. Hubo preguntas en que se les invitó a reflexionar y comentar. Sin embargo, en esa mesa habían posiciones ya tomadas y se hicieron sentir, particularmente en una discusión sin sentido en que se involucró Fernando Villegas.
  • ¿Entonces porqué tanto escándalo? Porque el panelista Villegas asumió una actitud bastante poco adecuada, atacó personalmente a la invitada y además hizo un comentario poco feliz, al señalar que el movimiento no estaba interesado en el mejoramiento de la calidad de la educación, basándose en la interpretación inadecuada y burda de una expresión de la invitada, referente a otro tema.

    Ahora, en lo que importa, quedaron dos sensaciones de dicho programa. La primera, que las interpretaciones que se pueden extraer de la pseudo entrevista dan para todo: ora que los dirigentes apostaban al todo o nada, ora que el mantenimiento del status quo conduciría a la radicalización del movimiento, ora que existían posiciones ideologizadas (en un sentido negativo) dentro del movimiento y en el gobierno, ora que el gobierno aún no enfrenta la demanda de fondo, ora que existen acuerdos importantes en algunas materias y controversias en las más importantes, ora que el movimiento está siendo presionado por el gobierno al determinar fechas y pérdida de beneficios y un largo, ora, ora, ora y la misma cantidad de etcéteras.

    La segunda sensación, derivada del mundo mayor, serio, intelectualoide y academicista, fue la del discurso prestablecido, memorizado y hasta populista de los dirigentes. Sobre la "retórica" del movimiento estudiantil. El mundo "adulto" siente que hay mucha polera del "che" en la organización, mucho "Inti Illimani histórico", mucho idealismo utópico, mucho pasquín izquierdoso. Y sí que es verdad que los invitados ayudaron bastante para crear dicha imagen: su reivindicación principal tienen antecedentes "progresistas", que atacan al "modelo" o "sistema", organizado en base al "lucro", generado por el "neoliberalismo", cuyas bases fueron sentadas en la "dictadura", y así un nuevamente largo etcétera con expresiones similares que hacen temblar a los mesurados. He aquí el hecho apuntable: el mundo adulto, seriote, de cuello y corbata, de dirigente institucionalido, ha roto vestiduras en torno a ese lenguaje preconcebido, barato, sofista que se ha utilizado en la discusión de las demandas estudiantiles.

    Ahora yo quisiera pensar que esa "retórica" les molesta a todos, al igual que la de los tres adjetivos del Presidente, del chasco sobre el aumento de horas de clases que también hiciera en ese mismo programa. También quisiera sentir que esa "retórica estudiantil" es igualmente rechazada que la utilizada en los basurescos discursos políticos de personajes en campaña, o de las empresas del retail cuando hacen sus "esfuerzos adicionales", "descuentos a mitad de precio" y otras yerbas del mismo gusto. ¿No es retórica la referencia a la Sra. Juanita como objeto de política pública?, ¿el mediático rescate de los 33?, ¿el botón de pánico de Lavín?, ¿el champañazo de Schaulsson por la casi elección en la Alcaldía de Santiago?, ¿el llamado a la unidad nacional del Presidente?

    Por último, creo que los jóvenes tienen derecho a ser retóricos. Se les ha exigido a los dirigentes un nivel de academicismo que ni el propio Presidente de la República muestra en su quehacer diario. Les hemos pedido a los dirigentes la misma intelectualidad que a Harald Beyer o Mario Waissbluth, en condiciones que se han encargado de humillar a cuanto politiquillo les ha salido al paso respecto al nivel de conocimiento y propuestas -recuerden a ustedes cuando se le consultó a la senadora designada Ena von Baer por cómo se medía la calidad de la educación en Chile-. Es más, a tanto lleva mi postura que creo que los jóvenes, estudiantes o no, tienen "derecho" a ser retóricos, a creer en utopías. 

    Lo único malo es que exigir una educación, publica, tendiente a la gratuidad y de calidad para todos no es ninguna utopía. Es un fin a que todo Estado debiera tender. Y lo malo es que los estudiantes tienen tanta razón al exigir garantías para el diálogo que la actitud del gobierno es hasta fresca al victimizarse. Los mismos que piden mayor actuación de los jóvenes para aumentar los índices de participación ciudadana (o aumento del electorado, en general) y mejoramiento de la política, hoy los denostan llamándoles retóricos y utópicos, sabiendo que la forma de comunicarse del joven es la que han utilizado los dirigentes como los participantes del movimiento. O por lo menos llamemos a la consecuencia, y si vamos a acusar a los retóricos, que la mano se venga pareja

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