Sobre Grandes Dictadores.
Hoy en la mañana terminé de ver El Gran Dictador, obra del genio del cine don Charles Chaplin.
Esta vez no es el clásico Charlot quien lleva el peso de la película, sino que el dictador Hynkel de Tomania, quien dirige los destinos de una nación cuyo objetivo es la conquista del mundo. Por otro lado, un barbero judío-alemán, luego de ser héroe de Tomania en la Gran Guerra, trata de rehacer su vida y desarrollar su profesión tal como era antes, pero un accidente en avión lo hace perder la conciencia y, por ende, volver a la vida sin la existencia del Führer de Tomania.
Demás está decir que se trata de una comedia. De una parodia al régimen nacionalsocialista. De una mirada crítica a un régimen político (y social?) que creó tal vez la masacre más grande de toda la humanidad. Leí por ahí alguna vez que Chaplin, entrevistado en razón de esta cinta y luego de conocer las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, señaló que nunca podría haber rodado El Gran Dictador.
Él, y sólo él, podrían haber logrado sonrisas conociendo un régimen como el Nazi. Escuchar los discursos de Hynkel significa ver a Hitler en los discursos de "El Triunfo de la Voluntad" de Leni Riefenstahl. La danza de Hynkel con el globo terráqueo no deja de ser estremecedor, sabiendo ahora todo lo que ocurrió.
Hay una toma que jamás hará sonreir a una persona normal. Se trata del discurso final del barbero judío-alemán que, por su enorme parecido a Hynkel, se le tiene por el Dictador de Tomania. Su tenor, lejos de ser una repetición burda y preconcebida de pacifismo barato, es una declaración de principios para la humanidad, algo que ni Hynkel, ni Hitler, ni Gaddafi, ni Osama, ni Chávez, ni Bush, ni Mladic, ni Milosevic, ni Pinochet, ni Somoza, ni Tito, ni Stalin, ni Mao, ni Videla ni muchos políticos y militares de ayer y hoy han sabido comprender, la razón por la cual son llamados a liderar los destinos de un país y su gente.
Ojo, la película comenzó a rodarse al poco tiempo de comenzada la II Guerra Mundial, y fue estrenada en el año 1940. Hay quienes la han criticado por propagandística, culpando a Chaplin de no hacer la misma crítica a Estados Unidos conocido el desastre de las bombas atómicas. Quizás los críticos tengan razón, pero esa crítica no nubla la maldad Nazi ni por mucho menos la gran obra de Chaplin. ¿Habría que preguntarle entonces a Chaplin si habría rodado El Gran Dictador sabiendo EEUU lanzaría la bomba atómica?
No sé que pensar al respecto y, la verdad, poco me importa. Hay hechos claros: uno de los regímenes más macabros de la existencia humana y su arma más mortífera vieron la luz en dicha época, y ninguna fue obra de Chaplin.
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