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Luces de la Ciudad: Crónica de una obra de arte

Es fácil hablar de películas majestuosas. Mucho más fácil si la película que se pretende reseñar es una obra de arte, con ochenta años ubicada siempre en las listas obligadas de cualquier portal cinéfilo, sabiendo que se trata de cine mudo.


No diré lo obvio, por que se ha dicho hasta el cansancio. Sólo quisiera compartir una experiencia, sobre ella. No quería verla: pateé cuanto pude el hecho de sentarme a ver cine mudo, con un personaje como Charlot haciendo de las suyas. Pensé que me robaría una sonrisa leve, que vería una hermosa fotografía en blanco y negro, que la admiraría por su destreza técnica sabiendo los tiempos en que se rodó... Pese a todo, nunca pensé ver lo que ví, saben por qué: se trata de una comedia romántica.



Claro, se trata de una historia de amor. Ver una historia de amor en pleno año 2011 significa un ejercicio de valientes, sino una proeza de estúpidos. Aparte de las evidentes aberraciones que los directores actuales insisten en mostrar como amor, nos vemos sobrepasados por una cantidad infinita de horas en donde el amor se traduce en sexo casual y cuyo intimismo no pasa, tal como dijo Charlie en "Two and a Half Men", se traduce en hacerlo sin condón. Chaplin, sin embargo, se las ingenia para mostrar sentimientos en un cine simple, sin ambiciones fuera de cámara.


Los vagabundos son personas a las que no solemos ver en las calles. A ver, sabemos que están ahí materialmente, pero habitualmente hacemos el ejercicio mental de excluirlos de nuestro objetivo: nos enternecerá un perro recién nacido antes que un patán pidiendo plata. Charlot es, entonces, un no-visto, un excluido. No hablo de excluido en el sentido social de palabra (lo cual es obvio), sino que al hecho de que nuestro iris los omite, nuestro cerebro los suprime: hacemos un ejercicio mental por el cual lo excluimos.


Charlot se enamora de una florista ciega, muy bella, que anhela el amor. Salva del suicidio a un empresario encopetado que lo transforma en su amigo mientras se conserva borracho. Las dos personas que lo rodean, entonces, no pueden verlo. Su amada ciega florista lo considera un caballero de la alta sociedad y su amigo borracho lo desconoce en el momento en que se ha disipado su estado de ebriedad.


¿Y Chaplin? Se entrega por completo en darle amistad a un solitario ebrio que cada vez que ve lo rechaza y se aboca a lo imposible para conseguir dinero para su amada florista.


Con uno de los finales más emotivos y hermosos que haya visto en el poco cine al que he accedido, esta comedia romántica sí entretiene, divierte, emociona y entristece...pero sólo cuando todos podemos ver

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