Hoy escribo desde la indignación ¿Porqué? Porque pese a denostar profundamente el hecho de que sea la televisión la que determine lo que comente, siento la imperiosa necesidad de hablar de los famosos “33” mineros. El tema ya debe ser una lata a estas alturas en donde hay una cantidad infinita de blogs, twitteos y posteos en facebook y cuanta paginilla exista en internet sobre el tema, pero yo les ofreceré una perspectiva que desde un principio, como pudieron apreciar, no tiene nada de victoriosa u optimista.
Lo digo así, desde un prisma derrotista ya que...bueno, se trata de una cuestión única en el mundo en donde 33 hombres cuyas labores han sido históricamente subestimadas, de cierta manera, sobreviven a un accidente de tal magnitud que, bajo ciertas condiciones más o menos usuales, no debieron salir o de hacerlo era tapados con plástico. Además, hay cuestiones bastante particulares que rodean a la historia, tales como el procedimiento de rescate y el sentido de unidad de país que se ha proyectado (o querido proyectar) al interior como a la comunidad internacional. Características y sentimientos respecto de este proceso todo el mundo ha encontrado y encontrará; mas el objeto de estas líneas no es analizarlos. En realidad, esta entrada ha sido pensada para manifestar ciertas sensaciones que, en lo personal, preferiría no decir, que me causan molestia (y de seguro a usted también) y que apunta a la respuesta de la siguiente interrogante, ¿vale la pena todo el show parafernálico y hasta patético que ha derivado del rescate?
Paso a explicar mejor lo anterior. Todos supimos minuciosamente la evolución del rescate y cada uno de los pasos en que consistía traer a los mineros a superficie. La operación se televisó entera a todo el país y al extranjero y no quedaron casi ningún tipo de detalle que del que no se tenga noticia. Lo anterior no podría considerarse como reprochable si en el marco de las transmisiones no se vulnerara flagrantemente la privacidad de, en este caso, familiares y los propios mineros. Fue tanto que inclusive que éstos manifestaron cierta incomodidad por el caso mediático y solicitaron que, al terminar esta tragedia, la prensa no se inmiscuyera en sus intimidades. Demás está decir que la cobertura llegó a niveles rayanos en la estupidez en donde cada persona tuvo tribuna para decir cualquier cosa que sirviera para mantener la cobertura y justificar así largas horas en donde se repetía hasta el cansancio la información que ya era conocida por todos. Ahora bien, afloraron a mi pensamiento dos argumentos en contra de la posición que ahora expongo muy simples, pero definitivos: 1.- Si no me gustan los contenidos que transmite la televisión abierta, simple, la apago o contrato televisión pagada; 2.- Las transmisiones de los momentos previos al rescate, que fueron las que me cabrearon, en realidad no eran tan noscivas considerando la pésima calidad de nuestra programación habitual. Ante esas poderosas razones lo más adecuado , aparentemente, era el silencio.
No obstante, la segunda patita de la cueca es el comportamiento de los políticos que fueron las caras visibles del proyecto, los cuales, como era de esperar, tratarían de obtener los mayores réditos de esta situación. Con ello no quiero decir que no les haya interesado la problemática, ni que sus motivaciones hubiesen sido netamente políticas: sólo hago mención al debido marketing que de cualquier gobierno se habría esperado en circunstancias semejantes (dudo mucho que los gobiernos de la Concertación hubiesen actuado con una sobriedad inglesa). Creo, sin embargo, que este criterio medio el gobierno lo excedió con creces y quedó debiendo: ver al Ministro de Salud vestido de blanco como si fuera médico (¿atiende pacientes habitualmente?) y dispuesto a prestar primeros auxilios a los mineros rescatados, el Negro Piñera en la mina haciendo nada, el Presidente con sus discursos horribles y descontextualizados, vociferando a los cuatro vientos con garabatos incluídos, a lo que sumamos la cobertura mediática en torno a temas idiotas (supe que algunas mujeres de los mineros se habían preparado para la salida de éstos, inclusive algunas adquirieron prendas íntimas sugerentes para tal cometido; se le entregó tribuna a los trabajadores de la Vega Central para que opinaran de no sé qué cosa y a título de qué) y el inevitable manejo comunicacional transformó, a mi muy personal parecer, un momento de alegría nacional y sumamente íntimo de los mineros y sus familias en un espectáculo que contribuyó a mostrar a un país unido y organizado, con unos mineros que son de verdad y con un gobierno que, aunque eficiente, se muestra mamón, populachento, cebollero y hasta medio bananero,calificaciones que siempre hemos tratado de diferenciar del resto de los países vecinos, pero de cuya verdadera identidad no podemos huir.
Comentarios
supongo que quedan aun eventos parecidos en los que el gobierno realice "su heróica labor" mientras dure esta administración. una pena
Saludos