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Aquí no ha pasado nada. Fronteras entre ficción y realidad.

El 2016 apareció en cartelera "Aquí no ha pasado nada", película escrita y dirigida por Alejandro Fernández Almendras (AFA), director del cual en este blog hemos comentado otros dos largometrajes suyos, ambos positivamente.
La que comentamos acá fue ampliamente conocida en la opinión pública, debido a que está basada en hechos reales. La base de la historia se encuentra en un bullado caso ocurrido el año 2013 en el que el hijo de un connotado político de este país atropelló a un ciudadano común después de un día completo de juerga y por el que finalmente no sufrió sanción alguna, resultando absuelto en sede judicial. Los detalles del caso fueron ampliamente comentados en la prensa chilena y desde un principio el caso estuvo cubierto de un manto de dudas y de presuntas irregularidades alimentadas por la inoperancia de las autoridades y las declaraciones posteriores que no se condecían con las que se habían otorgado en un principio.
Desde luego la única motivación del caso no fue en sí el seguimiento del resultado del juicio seguido en contra de Martín Larraín, sino por la sospecha que el poder político y económico que ejerce su familia influyera en la decisión del caso, sea a través de la corrupción de las pruebas o las personas que pudieren tener algo que ver. La vinculación lógica era ver hasta qué punto la justicia chilena era ciega o sí podía quitarse la venda respecto de determinadas personas.
Los resultados del juicio indignaron a la opinión pública, pero no le extrañaron. Confirmó el pesimismo existente en que la justicia es sólo para ricos y poderosos y languideció aún más la triste imagen que los tribunales de justicia tienen en el país. Sin perjuicio de las razones jurídicas que se tuvieron a la vista en los dos juicios seguidos (el primero, que condenó al Sr. Larraín, fue anulado por un tribunal superior) y que probablemente desde la perspectiva del derecho son inobjetables, lo cierto es que la opinión que la sociedad se formó fue muy distinto de lo resuelto por el tribunal (quien además de absolver al Sr. Larraín, condenó a otros dos acompañantes del vehículo con penas alternativas por obstrucción a la investigación, las que no incluían cárcel ).
La película desde luego se hace cargo de lo dicho anteriormente, aunque con su propia versión de los hechos y -naturalmente- tomando parte en el mismo. Lo veremos a continuación.
Los originales: Martín Larraín a la derecha


¿Cuánto de realidad y cuánto de ficción?

Los puntos entre "realidad" y ficción están entrelazados en la película. El relato de lo que aconteció antes del atropello constituye una reconstrucción que resulta plausible para casi todo el mundo -menos para el tribunal que no condenó por no lograr convicción- y no posee grandes trucos ni vuelcos judiciales. Tal como en su estilo, AFA muestra los hechos en son de realismo, como probablemente debió ocurrir. Obviamente que la verdad original no la sabremos nunca, pero para efectos de la película, la persona fue atropellada por "Manuel Larrea", quien conducía en un evidente estado de ebriedad.
La ficción viene dada por el lugar en que se ambienta (en la película esto ocurre en Zapallar; la "realidad" fue en Curanipe, Región del Maule, Chile), y las gestiones judiciales que se realizaron -aunque algunas se condicen con las que se presentaron en las respectivas audiencias-.

Las clases sociales.

Resulta un poco decepcionante ver el retrato que AFA hace de los jóvenes adinerados en este país y no porque sea necesariamente mentira (tampoco es "verdad" en términos absolutos), sino por la miseria de espíritu con que los dota. Quizás sea malo idealizar, pero lo único que puede sentir cualquier persona por estos muchachos es lástima, no por su destino que está prácticamente asegurado en razón de la cuna en que nacieron -un nuevo cruce ficción-realidad-, sino por su podredumbre espiritual. 
La verdad es que ser joven y de clase alta significa ser como alguno de los jóvenes retratados en la película, la verdad es que ahora escogería no serlo. Sus diálogos son de una vacuidad exasperante, no sienten apego por nada ni nada les preocupa. Su condición moral frente al accidente deja pasmado no por el hecho de haber resultado una persona muerta, sino de la forma en que deben enfrentar el problema en términos de llevarse la menor consecuencia posible, aún a costa de las personas con las que compartieron un trago.
La película de todos modos nos muestra, aparte de estos jóvenes apáticos y detestables, a personas inescrupulosas. No dudan en robar un objeto para efectos de su diversión personal, como tampoco para que limpien el basural que dejan una vez que termina la fiesta. La visión del director es a veces maniquea y caricaturista, pero en muchos puntos podría entenderse como una intuición cierta: estos muchachos no son "malos" y fueron educados de esa manera, en donde las cosas siguen un orden lógico en donde la nana limpia lo que ellos dejan y la comida aparece servida en la mesa porque ella las prepara. Tienen quien les solucione sus problemas, los de limpieza y los judiciales. Y si se complican, pueden compensarlo con dinero.

El protagonista.

Si bien los jóvenes adinerados comparten casi el mismo perfil, el de Vicente Maldonado, el protagonista, extrema la nota. Su vida transcurre entre las fiestas, dormir y preparar la siguiente fiesta. Siempre con la misma gente, aunque no sean amigos, pero siempre es la misma...o pariente de la misma. 
Despreocupado del mundo y de la vida en general, no le importa mucho el futuro -considera que todos sus compañeros de universidad son unos idiotas-, ni nadie más, su inteligencia es tan limitada que siquiera alcanza a reflexionar que está en medio de un problema más grande que él y del que terminará pagando los platos rotos.
Consciente que es el menos de los que tiene más, debe decidir si cumple el papel que le corresponde en un círculo donde incluso él no tiene posibilidades de oponerse a la plata e influencias que logran otras "familias", lo que le podría costar el acceso al círculo -y los carretes- a él y a su familia, a menos que lo asuma.


El "perro" Barría.

Una de las cosas bien rescatables de la película, es que pese a su sencillez argumental, nos muestra el peso de lo evidente sin que ello se vea a simple vista: la presión es callada, no hay insultos, no hay amenazas. Todo muy civil.
Quizás el único "malo" sea Gustavo Barría alías el perro. Abogado penalista que representa a los "Larrea", temido por sus maniobras y -al parecer- por su dominio en casos de esta naturaleza. Su nombre aparece desde el momento del accidente y tiene una sola actuación en todo el film: aparece en la costa para conversar con el protagonista.
La finalidad es obvia: que el muchacho por fin recobre el conocimiento y asuma el costo del atropello. El perro Barría se forjó al alero de la dictadura, en donde aparentemente, usando resquicios jurídicos, lograba la libertad de detenidos y presos políticos. El detenido por ejercer o pensar contra el régimen, debía reconocer la culpabilidad de un delito no conexo con el anterior y podría salir con una pena menor, pero al menos vivo. Y aunque las situaciones no son equiparables, el mensaje es el mismo: persistir en la inocencia se transforma en un ideal que conduce al despeñadero, es mejor pagar un precio menor para salvar el pellejo y el de otros. 
El perro Barría es un abogado que logró acrecentar su fortuna en la década del noventa, apenas había retornado la democracia, por lo que para los inicios de este siglo era ya uno consagrado. Detesta las casas millonarias que le rodean, pero comprende claramente que su labor es solucionar los problemas de la gente que es más rica que él y que vive en ellas; fue compañero de generación con su padre y se desprende que todos ellos lograron la posición que actualmente tienen por haber trabajado para otras personas: el padre de Vicente Maldonado para las empresas mineras y el perro Barría defendiendo las causas de las familias más poderosas.

La trilogía de la equidad.

Si "Huacho" era la historia de una familia pobrísima que lidiaba todos los días por la subsistencia y la injusticia social, "Matar a un hombre" hablaba sobre las justificaciones para ejercer la justicia por propia mano. El tema de la equidad manaba de las dos películas anteriores de AFA y esta creo, es el culmine. 
Enfrentados a un juicio necesario por los caracteres públicos que el hecho marcó en el país, los muchachos que se fueron de juerga en las fiestas patrias del año 2013 y que terminan atropellando a un simple parroquiano deciden que la mejor alternativa es eludir la acción de los tribunales. 
Como buena película, el dilema moral no surge por el recurso fácil de recurrir a la víctima y su familia -que para estos efectos importa poco- sino de como deciden ejercer cada uno la defensa de sus intereses, creando versiones contrapuestas y derechamente falsas. La posibilidad de permanecer en la impunidad a costa del dinero y el poder de algunos es la pesadumbre que recae en todo el filme. 
No sólo en Chile lo sabemos porque la impunidad se logró en las tretas judiciales, sino por la percepción de que hay determinadas personas que pueden solucionar estos problemas bajo cuerda.
Es naturalmente esta circunstancias la que me hace valorar el filme. En general, considero que no se trata de una realización que alcance a la genial "Matar a un Hombre": aunque "Aquí no ha pasado nada" intenta ser realista, no alcanza las cotas de naturalidad que brotaban de la anterior. 
La visión de la juventud de clase alta quizás sea cierta pero no deja de estar mostrada de forma caricaturesta y maniquea y será tal vez el aspecto más criticable (aunque hay otros algunos que de verdad me molestaron, pero es por mi profesión de abogado y que reconozco que están mal hechos) y quizás la proximidad de los hechos reales con la ficción hagan al ejercicio demasiado comprometido. Huacho y Matara un Hombre eran películas intemporales, con dilemas morales que son ajenos al tiempo y se presentarán de diverso modo en otros periodos. Aquí no ha pasado nada también lo es, pero su tratamiento fue un poco más descuidado: es una película a la que se le ven las costuras.

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