Casi cinco horas película en el cine chileno es raro.
Por lo general nuestras historias no tienen más de una hora y media de
duración, por regla general. "Invierno" es esa película. Dirigida por
Alberto Fuguet, conocido escritor y cineasta. Está concebida en tres partes,
cada una bien demarcada en su inicio y final, esta circunstancia no hace que la
película pierda su estructura unitaria. La película se puede visualizar íntegra
en el sitio cinépata, de forma completamente legal.
Una cuestión que llama poderosamente la atención es a lo
imprecisas que resultan los primeros resúmenes o reseñas que acompañan a los
trailers, y la verdad es que no los culpo, es difícil hacer una introducción a
esta obra si no es contando detalles de la trama. La situación de complejiza
más si uno intenta profundizar más en ella, pero lo intentaré.
Sintetizando mucho las cosas, podrá decirse que esta es
la historia de un escritor que se suicida dejando una obra póstuma, aunque
acabada, y de aquellas personas cercanas que lo sobreviven. Mas, aparte de lo
ya dicho, no me centraré en el desarrollo de la historia más que lo que ya he
señalado, nos basta con saber que aunque la vida continúa después de la muerte
de alguien cercano, esta no es la misma.
Entonces, para extenderme en las impresiones que tengo de
Invierno, trataré de comentar su faz estética, cuáles fueron - a mi parecer -
los temas centrales que aborda y, finalmente líneas a modo de conclusión.
Respecto al plano estético, hay que señalar que su corte
es de orden intimista y contemplativa. Los personajes se muestran casi siempre
en interiores y la "acción"
transcurre mediante el diálogo. Acá se prescinde, adrede, de elemento propios de
la técnica cinematográfica: inexistencia de movimientos de cámara o zooms,
planos largos - y alargados -, montaje
imperceptible. La escala de planos es bastante naturalista: si la cámara se
acerca, lo hace de forma gradual. Incluso diría que más que acercar la cámara
se han utilizado focales más largas en los primeros planos. No hay mucho
atrezzo y espacio es relativamente
carente de elementos distractores. Casi siempre de prescinde del fondo,
utilizando una escasa profundidad campo para aislar a los sujetos. Los
exteriores están presentes, pero siempre creando la impresión que la cámara
está a la distancia. Los espacios en que ocurren las escenas son habitaciones,
departamentos, algunos bares y restaurantes de la zona acomodada de Santiago de
Chile. Cosa notable es el naturalismo con que la película trata a los
personajes, se nota una ausencia de maquillaje, las parejas están en la cama
completamente desnudas y se muestran como tal - eliminando esa cosa tan idiota
de mostrarlas tapadas es sus órganos sexuales tan artificial -. En contra,
molestó un poco de ese exceso de bokeh en las tomas nocturnas: poco se condicen
los círculos de colores tan de fotografía preciosista en una película cuyo tono
parece ser el contrario.
En cuanto a los
temas de fondo, me parece que no hay uno unívoco y menos una visión parcial o
decidida de cada uno de ellos. Esta variedad de temas enriquece a la obra y,
aunque existe exuberancia, el tiempo de
metraje permite conocerlos todos con holgura. Por supuesto, uno lo temas centrales
es el suicidio. Aunque la película comulga con el derecho a matarse sin tener
necesidad de un tormento personal extraordinario (basta el mero aburrimiento,
la lata de seguir viviendo, el no tener a qué levantarse todos los días), de
todos modos esta idea se cuestiona: hay derecho al suicidio sin móvil
excluyente, pero no lo vas a ejercer por tan poca cosa. Sin duda este
cuestionamiento proviene de los deudos del escritor fallecido, quienes en
particular parecen hablar desde la herida, y sin duda por una especie de
responsabilidad personal frente a lo ocurrido.
Tema frecuente en las obras fuguetianas es el
acercamiento a la vida moderna, particularmente desde el individualismo rayano
en la soledad, la vida contemplativa alejada de la contingencia diaria
(política, económica, social, etc.). Hay gente que rehúye de los demás, que no
quiere que los demás conozcan sus secretos, que crean un espacio oculto en el cual desarrollan su existencia y que,
de algún modo, los habilita a la creación literaria. Conjuntamente, la
concepción del arte también resulta tangencialmente tocado a través del mismo
rol del director: en su película el Fuguet escritor muestra a un 'colega'
trabajando, de la manera en que él lo concibe (concentrado pero no frenético);
a su vez, muestra a su rival literario, al que igualmente respeta. Sin embargo,
sí que detesta al estudiante de literatura engrupido y dramático. Fuguet es
director de cine, pero también siente recelo por los audiovisuales
publicitarios. Alberto Fuguet representa un espectro del arte en nuestro país
y, en esa calidad, desprecia o se burla de la alternatividad, de ese
existencialismo sensiblero y la vez pedante. Considera que hay ocupaciones
deleznables - productor de eventos-, pero quienes las encarnan al menos constituye
una chispa que no tiene el ensimismamiento hípster, de ese que abunda en todas
partes.
Los personajes tienen sus obsesiones: la que quiere
conocer las razones por las que el escritor se mata; el que asume el rol del
muerto asumiendo una carga hasta económica por habérsele asignado el rol de albacea;
e que quiere hacer grandes cosas en la literatura, sin importar el precio
(incluso personal); el que no logra superar que su expareja se la actual del
amigo con quien comparte casa.
Pero de todos los temas, el central es, por lejos, el de
la amistad. Para Fuguet pueden existir amistades cuyos lazos sean estrechísimos
pero que, aun así, entre amigos existan
secretos y aspectos ocultos de cada uno. Y no quiero decir en este caso que la
existencia de la amistad anule la individualidad, sino que las cuestiones
ocultas sean de tal entidad que cuesta imaginar que esos aspectos se
desconozcan entre quienes se consideran “amigos”. Quizás quede claro en la
propia película a lo que me refiero.
Ahora a las críticas. Creo que de haber un logro
importante en esta obra es la omnipresencia del escritor muerto: pese a que
aparece en la primera parte, en las restantes se hace siempre recordándonos que
él ya no está, por el peso de su muerte. Esto es notorio, el escritor no tiene presencia
física, pero está patente en su obra y en los sentimientos de sus cercanos.
Esta idea me recordó muchísimo a la Rebeca de Alfred Hitchcock, la muerta, la
que inunda con su presencia en esa casa, la que le da el nombre a la película,
la verdadera protagonista, pero de la que no se muestra un solo plano. Aunque
en “Invierno” la situación no sea equiparable, creo que la impresión que
produce es la misma.
El cierre de cada una de las “microhistorias” (micro por
el hecho de haber varias en la película, no porque sean pequeñas), es realmente
fantástico. El montaje paralelo funciona y cada “fin” está muy bien logrado. En
realidad, cada una de estas microhistorias pudo ser tema central de otra obra
aparte: como bien dice un personaje de la película “esto pudo ser un corto”.
Pese a que hay varios temas tratados aquí, existe una amalgama que impide
fracturar la película, su carácter unitario se justifica en que cada una
significa un quiebre, unos liberadores y otros no, pero ninguno de ellos
termina igual que como era antes.
Comparto en general las posturas “morales” de la película
(vida contemplativa, críticas al poser
alternativo, al suicidio como derecho ejercible sin tantos requisitos, la
amistad profunda pero no excluyente de la realidad, el arte como ejercicio
reflexivo y profundo del ser, etc.). Pese a que seguimos a determinados
personajes, al final del camino sabemos que éstos no tienen razón, o que las
críticas que les ciernen o son verdaderas, o al generan alguna reflexión. En el
fondo, adscribo en general al menosprecio que el director siente por el artista
que no es capaz de tomar decisiones y no se atreve a ir adelante, como también
a la estupidez engreída de la juventud aparentemente “culta” y engrupida con lo
que ellos consideran “arte”. También me gustó muchísimo los matices en los
personajes: no hay ninguno unívoco, no hay poseedores de verdad ni animales
abominables.
Se le ha acusado un poco a esta película de ser burguesa. O neoliberal, para ser más preciso.
Cuica. Y creo que lo es. Por lo menos creo yo que no fue la intención del director
de mostrar el esfuerzo de los personajes para ganarse la vida (en términos económicos)
y en donde la plata por lo menos no es tema. Ahora, lo que no me cabe duda que,
por lo menos en Chile, las personas cuyos problemas alberga la obra son
aquellas que tienen el tema económico más o menos resuelto: la gente “normal”
no se mata por dejar un legado literario ni de aburrida (aburrido en los
términos del espacio físico en que se desenvuelven los personajes). Acá los
personajes no pagan cuentas a fin de mes, viven en departamentos que no conocen
la palabra “subsidio”, y encuentran “un poco caro” un whisky de 12 años (que se
toman en la calle). Este mundo existe, pero no es el mío. Y con alguna
propiedad digo que no es tampoco el de montones de personas que trabajamos por
un sueldo a fin de mes, ni es el mundo de jóvenes que den la vida por ir a
estudiar a Oxford, ni de la gente que hace citas de libros en inglés. Y claro,
es este marco el que permite que los personajes se preocupen de su propia
existencia o no de cuando llega X día del mes en que pagan el sueldo.
Acá otra crítica, que quizás sea injusta: Fuguet remarcó
en entrevistas el esfuerzo que hizo, junto con el actor que encarna al escritor,
el proceso de escribir realmente, es decir, no en ese estado de excitación o
sobresalto con que se les suele mostrar en el cine. Sin embargo, hizo poco o
nada por mostrar “realmente” el trabajo de los demás: él mismo hace un cameo haciéndolas
de fotógrafo, cuando a la legua se ve que apenas ha sostenido una cámara; la
reunión de trabajo de la ejecutiva de telefonía es un chiste sobre la “inglezación”
de los nuevos productos por la publicidad; tampoco habla bien los detalles del
spot al que le falta algo más “aceitoso” para estar completo; las referencias
al “crear” que hacen algunos personajes. Claro, hay algo de humor en esos
momentos, pero también de menosprecio. Y claro, dijimos que el director sentía
animadversión por algunas de esas cuestiones y tiene –era que no- todo el
derecho a mostrarlas como le plazca, pero sin duda corresponde a una visión
parcial que, en el contexto global de la película, da un poco a entender que la
única creación valiosa fue la del escritor con su obra póstuma.
Por último, remarcar el extraordinario trabajo actoral de
Pablo Cerda. Aunque en estas líneas no hablé casi nada de él en sí (como, creo,
de ningún personaje en particular), está espléndido en esa versión moderna y un
poco menos enferma del “Scottie” de Vértigo. Y mención honrosísima al de Matías
Oviedo, que en general, atendida a su carrera en la televisión, me sorprendió
en este papel.
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